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Crisis climática: más desigualdad de género

El calentamiento global afecta más a las mujeres que a los hombres, pero solo una minoría de países lo tienen en cuenta a la hora de tomar decisiones

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Marzo 2024 / 122
Temperatura mundial

Ilustración
Pedro Strukelj

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Las crisis climáticas y de la biodiversidad nos afectan a todos. “Pero no del mismo modo”, recuerda António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, en la introducción a un informe publicado en septiembre  por la Universidad Queen Mary de Londres y el UNFPA, organismo de las Naciones Unidas encargado de la salud sexual y reproductiva. “En todas partes, las mujeres se enfrentan a las mayores amenazas, a los daños más profundos”, reza el informe. Además, según la ONU, el 80% de los refugiados son mujeres.

Sin embargo, el estudio muestra que ese mayor riesgo muy pocas veces se tiene en cuenta en las contribuciones determinadas a nivel nacional (CDN). Desde el acuerdo de París de 2015, esos documentos permiten a los Estados describir cada cinco años las acciones que pretenden emprender para luchar contra el cambio climático y sus nefastas consecuencias.

Madres e hijos vulnerables

Sin embargo, la dimensión de género de las alteraciones climáticas está ampliamente documentada. Diversas CDN subrayan, por ejemplo, que el aumento de las temperaturas y de otros trastornos climáticos afectan de manera desproporcionada al cuerpo de las mujeres.

En Sudán del Sur, la exposición al calor y la malnutrición empeoran la salud de las madres y los recién nacidos, y aumentan la mortalidad infantil. En Albania, las inundaciones pueden aumentar la vulnerabilidad de las mujeres embarazadas y de sus recién nacidos con un riesgo mayor de bronquitis e infecciones. Lo mismo se advierte en Togo en lo referente a la meningitis, el cólera, la malaria y el tifus. Las alteraciones climáticas extremas matan más a las mujeres. En Bangladesh, el 90% de las 140.000 víctimas del ciclón de 1991 eran mujeres, subraya la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y lo mismo se constata en el caso del tsunami de 2004 en el mismo país (el 70%).

Hay varias explicaciones para ello. Principales dispensadoras de cuidados, las mujeres no huyen. Atienden a los suyos, se ocupan de los niños y de los de los abuelos, esperan a que los maridos les den permiso para desplazarse. Vestidas con saris que entorpecen el movimiento, peor alimentadas y sin saber nadar, carecen de las condiciones físicas para huir. También en Francia hubo una mayor representación de las mujeres entre las víctimas mortales tras la tormenta Xyntia de 2010, y en la canícula de 2003.

Mayor empobrecimiento de las poblaciones dependientes de la agricultura, más malnutrición y carencia de agua salubre para las mujeres… La destrucción de los recursos ligada al aumento de las temperaturas, a alteraciones climáticas extremas y a la disminución de la biodiversidad lleva también a una multiplicación de los conflictos y al aumento de la violencia sexual.

Las minorías de género (mujeres y también personas LGBTQ+) son las primeras víctimas. Por ejemplo, cuando el calor se desvía en un grado superior a la norma estacional, la frecuencia de la violencia entre personas aumenta en un 4% y entre los grupos, en un 14%, según un informe del Consejo Económico, Social y Medioambiental (CESE) de Francia, publicado en marzo de 2023. También se observan otras consecuencias, como el fin de la escolarización de millones de mujeres adolescentes debido a la prolongación de los trabajos en el hogar, como el aprovisionamiento de agua. Las dificultades para alimentar y dar vivienda a los niños, agravadas por el cambio climático, empujan también a más familias a casar a sus hijas a la fuerza. Solo en Malaui, se habrían visto afectadas 1,5 millones de adolescentes.

Transiciones “más sensibles al género”

A pesar de todos estos hechos documentados, el mencionado estudio de la Universidad Queen Mary de Londres y de la UNFPA muestra que, de 119 contribuciones estudiadas (procedentes, fundamentalmente, de países en desarrollo), solo 38 naciones habían incluido los problemas ligados a la salud sexual y reproductiva, a la violencia de género y a “prácticas perjudiciales” (mutilación genital, matrimonio a la fuerza, etc.) en su plan de lucha contra el calentamiento global.

Algunos temas están más presentes que otros, como la salud materna y neonatal (23 países) y la violencia de género (14). Otros, por el contrario, son casi inexistentes: el matrimonio de niñas, la contracepción y la menopausia están, cada uno de ellos, presentes en los CDN de un único país.

Las diferencias son grandes. Algunos países presentan sus acciones e intervenciones, pero en pocos casos con un presupuesto asociado a ellas. En sus CDN, Costa Rica, por ejemplo, se compromete a poner en marcha “espacios de diálogo, virtuales y presenciales, para los grupos especialmente vulnerables al cambio climático, entre los que se incluyen la comunidad afrodescendiente, los grupos organizados de mujeres, los jóvenes, la comunidad transexual y los pueblos indígenas”.

Jordania, por su parte, desea llevar a cabo investigaciones para identificar “los impactos actuales y potenciales del cambio climático sobre los grupos más vulnerables”.

Al lado de estos buenos alumnos, la mayoría de los países estudiados se contentan con reconocer las consecuencias del cambio climático en los ámbitos de la salud sexual y reproductiva, y de la violencia de género. Finalmente, una minoría constata los daños, pero sin vincular los dos tipos de suceso.

La reciente COP28, celebrada en Dubái, ha recordado la necesidad de “llevar a cabo transiciones energéticas sensibles al género” y “reforzar el liderazgo y la participación de las mujeres en sus acciones climáticas”. De los 198 países presentes, solo 68 se han comprometido a ello.