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La industria busca su lugar en las políticas públicas

La apuesta por un cambio de modelo productivo sostenible e inclusivo requiere la participación del Estado y topa con el modelo neoliberal

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Enero 2024 / 120
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Políticas públicas

Ilustración
Elisa Biete Josa

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El debate sobre políticas industriales y su retorno al centro de las políticas públicas ha devenido en tema relevante. El argumento principal es la capacidad de la industria para generar mejores niveles de bienestar, ocupación de calidad y fortaleza para acelerar la innovación. El peso del sector es muy importante, ya que genera el 30% del PIB mundial, al que si le sumamos los servicios directos en ámbitos financieros o informáticos puede llegar al 35%, y en países como China, casi al 50%.

Este retorno a la industria se da como consecuencia de diversos factores, entre los que destaca el aumento de los costes donde se deslocalizó la producción, los costes energéticos y de movilidad generados, la pérdida de independencia tecnológica y capacidad de innovación y la necesidad de regenerar ocupación en los países de origen. Una sociedad sin política industrial genera economías de bajo valor añadido, baja renta per cápita, incremento de la desigualdad y disminución de los ingresos fiscales de empresas y contribuyentes.

El debate se sitúa en qué han de hacer los Estados para desarrollar y estimular dichas políticas, entre los cuales tenemos la experiencia actual de EE UU con la respuesta del Gobierno de Joe Biden y los que no han dejado este sector de la economía como China, Corea y Japón, y Alemania en Europa.
Es obvio que los países que pretenden mantener un nivel de PIB alto, un posicionamiento estratégico en el desarrollo económico y una ocupación de calidad necesitan un tejido industrial fuerte e innovador.

Las corrientes neoliberales se oponen argumentando que la participación del Estado conlleva burocracia y regulaciones, que no es objetiva ni justa en la distribución de recursos, que coarta la libertad de crecimiento por los controles ambientales y que es una intromisión que va contra el orden del mercado y desincentiva la competencia.

La política industrial, que implica subsidios específicos, incentivos fiscales y regulaciones para el crecimiento de los sectores estratégicos, se enfrenta a este modelo neoliberal. El cambio en el modelo productivo requiere una participación del Estado tanto en estímulos como en procesos regulatorios y, sobre todo, por el valor estratégico derivado de la industria 4.0, especialmente la inteligencia artificial, la automatización y la robótica.

Y de cara a los retos del cambio climático, una intervención pública es necesaria para garantizar los proyectos de descarbonización fundamentales, ya que la industria es responsable del 22% de las emisiones, lo que significa que el proceso de reindustrialización debe ir acompañado de una apuesta por la sostenibilidad, la economía verde y de nuevas economías asociadas a la transición ecológica.

Los retos son importantes y cabría definir una cierta hoja de ruta para acelerar el retorno a las políticas industriales en las que el Estado tiene un papel clave por su implicación social, ambiental, tecnológica, con algunas medidas concretas:

  • Estudiar la situación en perspectiva estratégica, identificando riesgos y oportunidades, el papel de la transición energética, la aplicación de las tecnologías emergentes, la dotación de componentes (microchips) y las capacidades de contar con materias primas.
  • Definir un papel del sector público de acompañamiento tanto en la direccionalidad política como en la participación en los beneficios que se puedan obtener, especialmente de regalías cuando la inversión ha sido muy importante (Rodrik y Mazzucato1, 2023).
  • Promover procesos de descarbonización y economía verde, respondiendo con producción local o de proximidad, abriendo espacios para innovar y promover empresas que respondan a los retos ambientales que tenemos por delante. Los derechos de emisión pueden ser una amenaza, pero, a la vez, una oportunidad para la transformación del modelo productivo y el encuentro de nuevas oportunidades de negocio, así como el desarrollo de las renovables, que han de ser de proximidad.
  • Pensar, de la manera más objetiva posible, cómo trasladar las ayudas y soportes a la industria en múltiples perspectivas. No todas las ayudas han de ser subvenciones. Pueden ser en la fiscalidad, y no solo en el proceso productivo, pueden ser ambientales, a la logística, a la comercialización, al posicionamiento, etc. Y en cualquier caso, cómo fijar criterios claros que puedan estar sujetos a procesos de monitorización y evaluación. 
  • Dar soporte a las inversiones en investigación básica y aplicada y en infraestructuras para toda la cadena de valor, ya que no siempre se tiene la idea desde la Administración de lo que se necesita desde el tejido industrial. A la vez establecer claramente los retornos a la sociedad, en forma de recursos o de transferencia de tecnologías y patentes.
  • Definir el papel de las personas trabajadoras ampliando los espacios de participación en las decisiones empresariales, fomentando el reciclaje y la adaptación a nuevos productos y realidades, potenciando la formación profesional dual, mejorando los salarios, ofreciendo nuevas oportunidades a sectores excluidos actualmente, aprovechando nuevos enfoques en la organización del trabajo y potenciando el papel de la mujer trabajando por la reducción de la brecha de género.
  • Todo este proceso se ha de realizar con un alto componente de innovación tecnológica, en el que la digitalización y todos los nuevos enfoques que se derivan de la aplicación de la industria 4.0 y la IA han de tener un papel relevante en la mejora de las condiciones de la industria de los próximos años.
  • En todos los casos ampliar el sentido de la industria, que llegue a todos los sectores, también a la creatividad y la cultura, y a los servicios personales. Se ha de huir de percepciones neoliberales que limitan el alcance de las políticas económicas.

El gran desafío es desarrollar políticas industriales que no fracasen o entren en procesos sometidos a los juegos de poder, los enredos de la burocracia, o el simple oportunismo de los intereses partidarios, superando miradas cortas o presiones de oligopolios, conglomerados industriales y grupos de presión, trabajando por un modelo que potencie un crecimiento inclusivo, sostenible, descarbonizado y de bienestar colectivo. 

Héctor Santcovsky es sociólogo y experto desarrollo económico sostenible.