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Combatir la desigualdad desde las aulas de secundaria

Una de las causas de la avería del ascensor social se deriva del propio sistema educativo y de su triple oferta: pública, concertada y privada

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Diciembre 2023 / 119
Desigualdad en las aulas

Ilustración
Lola Fernández

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Es fundamental destacar la importancia central del gasto en educación, tanto como factor de igualdad como motor de desarrollo. A finales del siglo XIX y principios del XX, el sistema escolar era extremadamente elitista y jerárquico. Solo una minoría de la población podía aspirar a estudiar más allá de la educación primaria o los primeros años de secundaria. 
Thomas Piketty. Una breve historia de la igualdad (Deusto, 2021). 
 

Nos gustaría realizar un viaje en el tiempo para observar el análisis que durante las primeras décadas del siglo XXII se hará sobre el papel que durante este siglo XXI está desarrollando la educación como factor de igualdad y motor de desarrollo. A falta de tan irreal herramienta, nos lanzamos, como simples profesores de secundaria de la escuela pública, a comentar algunas dinámicas que venimos observando durante nuestros más de 20 años de experiencia docente y que vendrían a confirmar una de las ideas más compartidas últimamente en los estudios sobre igualdad: el ascensor social está averiado… No sirve para subir a pisos superiores.

Una de las causas de la avería se deriva del propio sistema educativo y de su triple oferta pública, concertada y privada. Durante las últimas décadas, el capital privado ha echado el ojo a la educación como fuente de lucro. Este curso, en nuestro país, uno de cada tres alumnos está matriculado en un centro privado o concertado. Y la formación profesional es el más reciente objeto de deseo de los inversores privados.

La realidad de cada centro depende de muchas cosas (el entorno rural o urbano, el nivel socioeconómico, el trabajo del equipo directivo y del profesorado, etc.) pero, en general, se puede afirmar que la escuela pública es la que está más infradotada y saturada porque carga con la mayor parte del alumnado con más necesidades, con menor soporte por parte de las familias y la que tiene menos recursos para hacer frente a una educación de calidad. Estamos estrenando una ley novedosa en cuanto a metodologías y que hace hincapié en el proceso de evaluación de competencias más que en los contenidos, pero nuestro gasto educativo por alumno sigue siendo, según datos de la OCDE, el 34,2% inferior al de la media y tenemos la medalla de bronce en segregación escolar, solo por detrás de Lituania y Turquía.

Enormes diferencias 

En segundo lugar, el entorno del centro escolar es otro factor clave que condiciona la educación del alumnado. Es de alabar el esfuerzo de comunidades educativas en zonas gueto que logran buenos resultados formativos, pero los profesores que nos hemos movido por diferentes centros escolares hemos podido constatar que, en general, hay enormes diferencias según trabajemos en institutos de municipios pequeños en los que el pesimismo y el no futuro empapa todas las conversaciones o en centros de barrios acomodados con muchas más posibilidades. Las expectativas, la estabilidad económica en casa o la posibilidad de apoyo escolar determinan la posibilidad de alcanzar niveles altos en el sistema educativo.

Esta diferencia de oportunidades también se traslada al interior del centro y de las propias aulas vía múltiples condicionantes. Las familias cuyos padres o madres tienen solo estudios primarios siguen teniendo hijos o hijas con niveles de estudios inferiores y concentran los preocupantes índices de abandono escolar. Desde la primera reunión de los tutores con los padres y madres se puede detectar el apoyo que va a poder recibir el alumnado a la hora de hacer deberes, a la hora de conciliar mejor con sus trabajos y poder hacer un seguimiento de su evolución y mantener el contacto con el profesorado, de pagar clases de apoyo en caso de dificultades, de poder controlar el uso y abuso del móvil (este aspecto necesitaría un dossier en exclusiva porque un porcentaje altísimo de los conflictos en los centros y en los adolescentes tienen relación con el smartphone), de atender mejor las necesidades especiales y problemas de salud de sus hijos o a la hora de seleccionar programas como el bilingüismo que, incluso aunque se imparta desde la enseñanza pública, se ha convertido en una forma de segregación social, con alumnado de origen más humilde en clases masificadas por un lado, y por otro, alumnado proveniente de familias más acomodadas o con mayor nivel de estudios que se pueden permitir ayudar a sus hijos, costearles clases particulares de inglés, estancias veraniegas en el extranjero o excursiones a Reino Unido. 

Valores positivos

En definitiva, un dato incómodo para quienes trabajamos en la enseñanza y continuamente repetimos a nuestros alumnos la importancia de estudiar y esforzarse para tener un mejor futuro es el que apunta el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, en su libro El precio de la desigualdad (Taurus, 2012), en el que expone que frente a la idea de meritocracia y frente a la teoría del esfuerzo personal, el 90% de las personas que nacen en entornos de pobreza mueren pobres por más esfuerzo o mérito que hagan, mientras que el 90% de los que nacen en familias con muchos recursos mueren ricos, independientemente de que hagan o no mérito para ello. 

Como profesores con vocación seguimos creyendo en la educación pública, en nuestro importante papel en el desarrollo vital de los adolescentes, no solo para posicionarles en el mercado de trabajo, sino para transmitirles una serie de valores positivos para la sociedad (equilibrio personal, empatía, solidaridad, sostenibilidad, capacidad de cambio, etc.) muchas veces a contracorriente de lo que impone la sociedad de consumo y el capitalismo financiero (ansiedad, búsqueda de dinero fácil, competitividad, individualismo, adaptación…), pero no sabemos si nuestra tarea logrará mejorar la distribución de la renta en el futuro o si, más bien, las expectativas que la sociedad pone en la labor del profesorado como medio para lograr una mayor igualdad exceden de sus capacidades y lo que intentamos a duras penas es que el ascensor social no se desplome hasta la planta baja.
 

La escuela ha llegado a convertirse en la única solución que somos capaces de imaginar para una sorprendente cantidad de desafíos y de problemas: el sexismo, el cambio climático, la democracia, la igualdad social, la obesidad, la violencia… Este recurso a la educación como solución a todos los problemas es un placebo discursivo, fruto de la impotencia política que nos lleva a proyectar en la educación nuestras esperanzas fallidas en la igualdad social. 
César Rendueles. Contra la igualdad de oportunidades. Un planfleto igualitarista. (Seix Barral, 2020). •